Monday, May 10, 2010

La Cigarra y la Hormiga (más allá de proselitismos)


A continuación se verá una espeluznante fábula de Jean de La Fontaine, posteriormente una pequeña glosa. Yo, como tú, he sido Cigarra y he sido Hormiga…

Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.
-- Te pagaré la deuda con sus intereses; -- le dijo --antes de la cosecha, te doy mi palabra.
Mas la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la cigarra:
-- ¿ Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello ?
-- Cantaba noche y día libremente -- respondió la despreocupada cigarra.
-- ¿ Conque cantabas ? ¡ Me gusta tu frescura ! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía.
No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.


Esta es una de las fábulas más desgarradoras jamás escritas. Seguramente es por la relevancia que tiene en el mundo del siglo XXI, por la tangibilidad con la que se exponen tales valores y por la reverencia que se les hace. Seguramente es la aterradora plausibilidad con la que su resonancia invade nuestras horas.

No es sólo que el comportamiento de la hormiga sea demasiado frecuente, sino que se fomenta y se condecora en los cánones de la sociedad. Este es, ni más ni menos, el valor que preside el código de comportamiento de la persona moderna, o pos-moderna, o contemporánea, o pos-contemporánea (en realidad ya no se qué otro cartel podemos colgarnos alrededor del cuello), o Plus ultra parece ser la denominación más adecuada. Sí, creo que Plus Ultra es un término cuya arrogancia es capaz de equiparar la soberbia actual, así podremos también sentirnos, aunque no totalmente inmortales, ampliamente extra-temporales. Para muchos esto será nada más que un disparate, un berrinche o una obviedad (y algo tiene de cada uno, aunque menos de lo que parece a simple vista). Muchos pensarán: “¡Que exageración!” o “¡Que redundancia romántica!” o “En verdad no tengo Yo por qué hacerme responsable del iluso y haragán vecino que no aprende de la experiencia colectiva. Ninguno de nosotros tiene por qué ser el ángel guardián de la Cigarra, que tras generaciones de cigarras que han perecido en la inclemencia del invierno, frente al portal del inclemente hormiguero, no entiende que debe formar parte de la metódica maquinaria del mundo.” Estoy muy de acuerdo con el extremo Darwinismo que presenta este planteamiento. Cada individuo debe ser responsable de sí mismo. Es como son las cosas en la cadena alimenticia… Así es la realidad y la política. Y al final el arte es absolutamente inútil, ya que, aunque no tengamos nada de la nobleza animal, somos nada más que animales políticos. Ninguna situación es accidental. Cada segundo que pasa con el abrupto movimiento de la manecilla del reloj es una ocasión para tomar una decisión. ¡Y debe pagar la Cigarra por su ligereza! Es que este mundo, nos guste o no, se rige bajo la estricta ley de la selva.

Sin embargo, hay algo en el comportamiento de la Hormiga que me eriza el alma y me revuelve el estómago, algo que me quita el sueño en noches de perversa vigilia en que disfruto del invierno desde el interior de una habitación con calefacción central. Es la imagen de esa hormiga, siempre escondida detrás de la puerta en el fugaz verano, espiando a la Cigarra mientras se hincha de envidia. Es esa Hormiga que durante todos los días de sol suda y sueña en el día que vendrá la Cigarra a su puerta a implorar abrigo. Para que al mirar a su vecina indefensa sin ni siquiera los vestigios de su veraniega sonrisa, poder, con su añeja envidia, tomar venganza de nunca haber cantado. Hay algo totalmente antropomórfico en su comportamiento, una premeditación que sólo he visto en seres humanos. Hay un morbo en la proyección del sufrimiento ajeno, en aquel arrogante y tan humano sentimiento de que poseemos la autoridad para ser jueces y dictar veredictos como si nunca hubiéramos sido Hormigas o Cigarras.

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